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Hoy hablaremos de la bursitis, una patología quizás desconocida para la mayoría de personas, pero muy habitual en nuestra clínica diaria, ya sea conjuntamente con otros problemas o por los problemas que puede generar por sí sola.
La bursitis representa la inflamación de las bursas a nivel de las articulaciones, teniendo en cuenta que en el cuerpo humano existen hasta 160 bursas diferentes.
Las bursas sinoviales son cavidades en forma de saco que contienen líquido y tienen la función de reducir las fuerzas de fricción que se forman a nivel de las articulaciones. Las bursas contribuyen a la realización de los movimientos y cuando se inflaman, disminuye la capacidad de movimiento dentro de las articulaciones. La bursitis se produce más frecuentemente en articulaciones grandes como la rodilla, el hombro, el codo o la cadera.
La bursitis se manifiesta principalmente a través de un cuadro clínico dominado por la inflamación de las articulaciones. El diagnóstico precoz y el tratamiento adecuado contribuyen a reducir la duración de la lesión y mejorar la calidad de vida del paciente.
Existen dos tipos principales de bursas, las constantes (que se forman durante el desarrollo embriológico) y las adventicias (que se van formando en sitios de fricción o presión y no están revestidas por capa sinovial).
En la mayoría de los casos la bursitis aparece tras un traumatismo, la realización de movimientos repetitivos o un sobreuso de la articulación, pero también la puede producir una infección.
Entre las principales causas de la bursitis de rodilla se encuentran:
Algunas personas son más propensas a desarrollar bursitis que otras. Aquellas personas presentan una serie de factores de riesgo como: mantener determinadas posiciones durante mucho tiempo (arrodillarse debido a determinadas actividades o trabajos, por ejemplo, en el caso de fontaneros o jardineros), ciertos deportes (voleibol, baloncesto, fútbol, carrera), artrosis, obesidad.
El dolor es el principal síntoma de las bursitis. Cuando hablamos de la sintomatología, podemos clasificar la bursitis en dos categorías, bursitis aguda, en fase incipiente e inflamatoria de la lesión, o bursitis crónica, cuando la inflamación persiste más de tres meses sin lograr mejorar la sintomatología.
La bursitis aguda se manifiesta por edema, enrojecimiento de la piel, dolor durante la movilización, aumento de la temperatura de la piel.
La principal característica de la bursitis crónica es la duración de los síntomas, de varios meses. También presenta dolor a la movilización e hinchazón, pero pocas veces se enrojece la piel. Como consecuencia de mantener un estado de inflación durante un largo periodo de tiempo, puede aparecer la fibrosis articular, que tiene como principal consecuencia la limitación de la movilidad.
El diagnostico de bursitis se establece principalmente en base al examen realizado por el terapeuta. Inicialmente, durante la anamnesis se solicita al paciente información sobre el dolor, inicio de los síntomas, factores desencadenantes, historial de los traumatismos a nivel de la articulación de la rodilla, historial médico.
Para realizar un buen diagnóstico diferencial se recomienda realizar pruebas complementarias como ecografía, radiografía o resonancia magnética.
El tratamiento de la bursitis es personalizado según cada paciente. El terapeuta establece un plan terapéutico que garantice la mejoría de los síntomas y la prevención de un nuevo episodio de bursitis.
El tratamiento de corto plazo para aliviar el dolor causado por la bursitis consiste en la aplicación de hielo en la zona dolorosa, elevar la pierna para mejorar la circulación o evitar el esfuerzo físico intenso. Es recomendable evitar el uso de compresión ya que precisamente la compresión de la bursa es dolorosa.
El tratamiento de la bursitis va desde la aplicación de frio y fisioterapia hasta la cirugía, aunque en muy contadas excepciones. Todo depende del grado de inflamación y lo que el traumatólogo considere más adecuado para cada paciente.
El tratamiento medicamentoso puede ser una opción para reducir la inflamación y el dolor siempre que tu médico te lo recete. Además, en bursitis infecciosas, será imprescindible el uso de antibióticos para tratar la inflamación.
La fisioterapia es una gran opción conservadora para tratar la bursitis. Los beneficios de la fisioterapia son múltiples y tiene una gran contribución para reducir el dolor, recuperar la movilidad y la fuerza. El uso combinado de terapia manual, INDIBA, movilidad pasiva y ejercicio adaptado y personalizado, es una receta para una buena y más rápida recuperación.
Desde un punto de vista invasivo, las infiltraciones con corticoides sobre la bursa, mediante el uso de técnicas ecoguiadas, suele tener un muy buen resultado sobre la reducción de la bursitis.
El tratamiento quirúrgico se recomienda como última opción, cuando otras opciones terapéuticas no ayudan a obtener los resultados deseados. Normalmente este consiste en un drenaje de la bolsa, sin extirparla.
En Centre Kine disponemos de todos los recursos necesarios y fisioterapeutas especializados para realizar el tratamiento de recuperación de una bursitis.
Disponemos de un ecógrafo para el diagnóstico y seguimiento de la patología. Ponemos a tu disposición, además, la aparatología de última generación que asegura una buena y precoz recuperación, como la INDIBA o BFR (blood flow restriction).
Trabajamos también con las mejores mutuas, que cubren el servicio de rehabilitación a través del cual te puedes beneficiar de un tratamiento personalizado para mejorar la sintomatología y recuperar tu lesión.
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